¿CONSENTIDOS O MALCRIADOS?
- cpftherapist
- 7 jun 2021
- 2 Min. de lectura
A los padres nos gusta consentir a nuestros hijos. Tendemos a darles todo lo que nos piden. Sea porque es lindo ver la sonrisa en sus rostros cuando los complacemos, sea porque quizás es lo que nos hubiera gustado que hicieran con nosotros nuestros padres, tratamos de hacer realidad sus deseos. A veces, todos sus deseos.
En el vivir del día a día, en la manera cómo afrontamos la vida, damos lecciones a nuestros hijos que necesitarán cuando sean responsables de sí mismos. Por supuesto que no pensamos todos nuestros movimientos, ni estamos conscientes de que la manera cómo enfrentamos nosotros la vida, es lo que va a servir de modelo a nuestros hijos. Estar pendiente de esto a todo momento, haría agobiante el vivir.
Sin embargo, de vez en cuando, es importante detenernos y tratar de ver el bosque y no solamente el árbol que tenemos frente a nosotros.
Uno de los más valiosos tesoros que podemos legar a nuestros hijos, es darles herramientas para enfrentar la vida. Enseñarlos a poderse levantar cuando se caen e intentarlo de nuevo. Enseñarlos a convertir una frustración en un desafío a superar. Enseñarlos que el miedo es libre y que todos tenemos miedo, que lo importante es qué hacemos con él; lo enfrentamos? dejamos que nos paralice? Enseñarlos a aprender de sus errores en lugar de sentirse derrotado por ellos. Enseñarlos a no ser tan severos consigo mismos.
Ninguna de estas cosas se logra consintiendo en exceso a nuestros hijos. Cuando lo único que tienen que hacer es pedir para lograr lo que desean, les estamos mostrando un mundo irreal que no existe fuera de nuestros hogares. Cuando no les enseñamos a tener responsabilidades, ni a asumir las consecuencias de sus actos; cuando escribimos una falsa escusa a la maestra para justificar que no hicieron la tarea, o siempre estamos justificando sus acciones, no les estamos permitiendo adquirir las herramientas que, tarde o temprano, van a necesitar en su vida.
Crecen creyendo que el mundo está hecho a su medida, que la gente está allí para complacerlos, y que el mundo se tiene que doblar para acomodarlos. Es muy probable que con este paradigma, ante el mínimo obstáculo o frustración, se desmoronen. La consecuencia, -por supuesto dependiendo de la personalidad del niño-, es que perciben la vida como una demanda excesiva que no pueden enfrentar.
Consentir en exceso se parece más a malcriar que a amar. Amar es ayudarlos a convertirse en personas completas, con recursos internos, con fuerza interior para atreverse a soñar y a perseguir sus sueños. A perseverar y no desmoronarse ante el primer obstáculo. A disfrutar la vida con sus pros y sus reveces.
Clara P Fleischer.





Comentarios