CRISIS EN LA EDAD MEDIA DE LA VIDA
- cpftherapist
- 7 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Matrimonios de 25 años o más que terminan en divorcio, aunque es un fenómeno que vemos todos los días, nunca dejan de sorprendernos.
¿Cómo, después de una vida en convivencia se llega a la conclusión de que no se quiere seguir juntos? Hay muchas posibles respuestas a esta interrogante, atendamos a un par de ellas.
Hay relaciones que se mantienen juntas porque los hijos son la pega entre la pareja. Con mucha frecuencia, a pesar de darnos cuenta de que las cosas no están bien, preferimos ignorarlo y encontrar algo dentro de la vida familiar en lo que recostarnos. Así, el placer que nos da criar a nuestros hijos y verlos crecer y transformarse es, a menudo el cambio por una vida de pareja saludable y feliz.
Por supuesto que aquellos que escogen esta “salida”, no piensan que se puede tener los dos, una vida de pareja feliz y satisfactoria y el disfrute de una familia. Cuando los hijos crecen y se vuelven independientes, esa pega ya no está más y entonces nos vemos enfrentados a una realidad que se ha ido posponiendo por muchos años. Si antes, cuando las cosas dejaron de funcionar no lo enfrentamos, es probable que ahora, con todos esos años de distanciamiento, sea aún más difícil hacerlo.
Otra razón de pronto no recae en la pareja sino en el individuo. Las personas también podemos correr la arruga de las cosas que necesitamos atender pero que por diversas razones no nos atrevemos.
De pronto, un día, enfrentados al espejo, confrontamos la realidad que hemos estado evitando: el tiempo está pasando y nosotros hemos vivido nuestra vida como si pudiéramos ponerle una pausa. Es duro reconocernos en la imagen envejecida que nos devuelve el espejo. Nos encontramos a la mitad de nuestra vida, sin la juventud, sin la fuerza, sin la belleza, y aún sin resolver nuestros conflictos internos que venimos arrastrando.
Cuando nos sentimos así, nuestros hijos adolescentes con la sexualidad rebosante propia de esos años, nos hacen sentir la pérdida de un tiempo que ya pasó para nosotros, que no vamos a volver a tener.
Tratamos de correr el reloj hacia atrás, vienen los divorcios de los cónyuges “viejos”, la búsqueda de parejas jovencitas, como si ello nos fuera a devolver la juventud perdida. Vemos entonces los “viejos verdes”, las “cougar ladies”, etc. Momentos de locura de pensar que podemos retroceder el tiempo.
Nos podemos volver adictos a cirugías plásticas en un intento desesperado de recuperar la juventud, buscando inútilmente vencer el tiempo, en lugar de enfrentarnos a nosotros mismos, nuestros fantasmas, nuestros temores y aceptar lo que no tuvimos, entender por qué estamos dónde estamos y poder así tener un presente mejor
En estos casos, no podemos ver la belleza y el encanto que en cada etapa de la vida se encuentra. Es una negación dolorosa y desesperada de la pérdida que no nos permite ver lo que sí tenemos.
Otro tanto pasa al final de la vida. ¿Cuántas personas llegan a la ancianidad y “deciden” que ya fue suficiente, que tuvieron una vida completa y pueden morir en paz? ¿Cuántos en su lecho de muerte, siendo ancianos y habiendo vivido mucho tiempo, sienten que no tuvieron el tiempo suficiente y que les queda mucho por hacer aún y entonces sienten angustia y desesperación?
Es por ello que, vivir una vida plena de significado, conscientes de que somos dueños de nuestras acciones y nuestro destino, hacernos responsables por nosotros mismos, es siempre la mejor de las opciones. La paz interna que alcanzamos cuando hacemos lo posible por ser honestos con nosotros mismos y vivir cada día, nos da la paz que necesitamos para entender que al final, nadie nos puede quitar lo bailado…
Clara P Fleischer.





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