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DE DOS A TRES

  • cpftherapist
  • 8 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

Todos conocemos el viejo dicho que reza: “donde comen dos, comen tres”, total, se aumenta un poco más de agua en la sopa y alcanza para todos.

Pero, se puede decir lo mismo cuando una pareja decide convertirse en una familia?

En realidad, concebir un hijo es algo fácil, un momento de pasión en el momento de la ovulación y nueve meses después nacerá una criatura. Sin embargo, ayudarlo a convertirse en un individuo, eso es ya otra cosa.

Nuestros cuerpos (biológicos) maduran mucho antes que nuestra mente. Prepararnos a ser padres empieza con un anhelo, en el alma y en el corazón mucho antes que en el cuerpo, y si se tiene suerte, con el sueño compartido de la pareja; sigue con hacerle lugar a ese bebecito(a) indefenso que va a llegar y va a necesitar tanto de nosotros.

Pasar de dos a tres requiere de estar proparados para cambiar nuestro centro de gravedad, -de estar centrados en nosotros mismos a estar centrados en el bebé-, y aceptar que, por lo menos, durante el primer año y medio de su vida, nuestro norte va a ser ese bebecito. Implica poder desacerelar nuestros planes de carrera (que no es lo mismo que olvidarnos de ella).

La mujeres hemos luchado tanto por nuestros derechos que, hoy en día hemos recuperado espacios que antes sólo estaban destinados para el hombre. Y eso es un gran triunfo. Vemos mujeres presidentes de repúblicas, mujeres astronautas, mujeres dirigiendo empresas, etc. Son logros muy importantes y avances que, como sociedad debemos seguir protegiendo.

Por otro lado, disfrutar de la maternidad (y dedicarle tiempo), el hacer de la casa un hogar, parecieran ser recuerdos de una época de dominio masculino y vemos, cada vez con mayor frecuencia, que la mujer pareciera temer que, disfrutar y darle un lugar importante también a estos roles le va a quitar derechos recién adquiridos en la sociedad.

Pensar que se puede dar a luz un hijo y seguir con el mismo tren de vida sin hacer cambios, es algo que, si bien se puede hacer, va a traer consecuencias importantes en la personita que se está formando. Por decir lo menos, puede ser la diferencia entre un niño emocionalmente frágil y un niño con autoestima sana y feliz.

Cambiar el balance del centro de gravedad centrado en nosotras y ubicarlo en el bebé, no es algo que va a ser así para siempre, pero necesitamos estar conscientes de que, aunque estamos viviendo en un mundo virtual, donde se valora la gratificación instantánea, las no renuncias y las no esperas, hay cosas que no se pueden acelerar ni artificialmente sustituir.

Si envolvemos un aguacate verde en papel periódico, en pocos días lo habremos ayudado a madurar. Esto no se puede hacer con un bebé, que necesita del tiempo y el estado mental de sus padres, de su calor en el día a día.

Cualquiera le puede dar de comer y cambiar los pañales, cualquiera puede atender las necesidades de su cuerpo, nadie como sus padres para atender las de su alma.



Clara P Fleischer.

 
 
 

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