EL NIÑO Y LA COMIDA
- cpftherapist
- 7 jun 2021
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La alimentación es una de las primeras formas de comunicación entre el bebé y su mamá. Al principio de la vida, el dolor producido por el hambre, se presenta imperioso e inaguantable para la criatura. La madre calma el hambre fisiológica de su hijo sea amamantándolo o dándole un biberón.
El llanto del bebé es la única expresión con que éste cuenta al principio de su vida para comunicar cómo se siente. Desde las primeras semanas de vida, la madre suficientemente buena, es capaz de decodificar su llanto, – a pesar de que para el resto de las personas, el llanto de un bebé siempre suena igual-. Una madre conectada emocionalmente a su hijo, sabe distinguir cuándo el bebé llora por hambre, por dolor, por fastidio, por frío.
Es la madre quien va traduciendo, al poner en palabras, lo que le sucede al niño; introduciéndolo así en el mundo simbólico (a través de la palabra), y dándole de este modo, un significado a su sentir.
Cuando todo va bien, el niño aprende a discriminar lo que le pasa. En cambio, si cada vez que el niño llora, recibe alimento, el niño interioriza que el alimento es la solución para todo. Estamos creando así las bases emocionales de una posible obesidad futura.
La alimentación también puede tomar el lugar de un campo de batalla en el que se miden fuerzas ” quién puede más”. La hora de la comida deja de ser un momento agradable para convertirse en una contienda que deja agotados a todos.
La comida puede convertirse en una manera de controlar al otro, de meterse dentro del otro, especialmente en personas que tienen dificultades de separación. Si yo como madre tengo hambre, mi niño necesariamente debe tener también.
Más adelante, el control sobre el alimento de la misma persona hacia sí misma, puede ser un signo que nos advierte sobre la necesidad de controlar emociones y sentimientos que sentimos nos pueden llegar a sobrepasar. Controlando el hambre y las ganas de comer, como en el triunfo de la anorexia (en uno de sus elementos), creemos que triunfamos sobre los anhelos. Sin embargo, en el acto anoréxico lo que fracasa es el contacto con el mundo interior que es vivido como terrorífico.
Los problemas con la alimentación se originan muy temprano en la vida. El mundo mental y el físico son dos componentes de una sola unidad que es el ser humano. Somos seres biopsicosociales, nuestra mente y nuestra alma siempre le van a dar sentido a los hechos que nos suceden . Cualquier hecho cotidiano es interpretado desde la fantasía y va formando el mundo interno de cada quien.
Cualquier pediatra sensato tranquilizará a una madre preocupada que tenga un hijo inapetente. “En una casa en la que hay comida ningún niño muere de hambre”.
Es importante hacer de la comida un momento agradable alrededor del cual se reúne y se encuentra la familia. El niño, al igual que nosotros los adultos, algunos días tendrá más apetito y otros menos. Ofrecer lo que toda la familia está comiendo apenas el niño está en edad de comer alimentos sólidos y sentarse a la mesa, es proporcionarle un sentido de seguridad, de armonía y de ser parte de la familia.
No forzar la comida sino dejar que sea el hambre lo que haga al niño comer. Evitar las comidas fuera de hora que estropean el apetito. No hacer comidas especiales porque Ruthie está baja de peso… o porque Leo no come si no le hago el pollito.
Enseñar a los niños a aprender de la experiencia, asumiendo las consecuencias de sus actos, los va a ayudar a ser personas más adaptadas a la realidad. “Si no como a la hora del almuerzo voy a tener hambre”. Pero si como padres no los dejamos aprender, y a media tarde les preparamos una comida, les estamos enseñando que el mundo está hecho a su medida.
Nuestra conducta como padres modela el mundo de nuestros hijos.
Clara P Fleischer.





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