EN SUS ZAPATOS (RELACIONES DUALES)
- cpftherapist
- 7 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Los padres de Ricardo vinieron a verme porque no podían entender qué le pasaba a su hijo. Tiene todo lo que su corazón anhela y aún así, siempre está amargado y de mal humor. Los padres, desesperados, ya no saben cómo actuar. Y es que a Ricardo le cuestan mucho los cambios, y crecer implica cambiar. Ricardo juega a ser grande, y sus padres, sin darse cuenta, le alimentan el juego.
Como cualquier niño, Ricardo cree que vestir ropas de grande y hacer cosas de grande, es ser grande. Cualquier persona que mira de lejos, entiende que es sólo un niño jugando…Ricardo no se da cuenta de la diferencia. Ser grande implica asumir la responsabilidad sobre uno mismo, nuestras decisiones, nuestros aciertos, nuestros errores… ser grande nada tiene que ver con poder utilizar una tarjeta de crédito sin límite y viajar por el mundo a expensas de los padres..
Ricardo teme crecer porque teme no lograr, por cuenta propia, tener una vida como la que sus padres le dan, así que, como en el cuento de la zorra y las uvas, prefiere no intentarlo… Ricardo teme que al crecer él, sus padres se hagan viejos y mueran. Es aquí donde el sistema relacional entra en juego… los padres de Ricardo sueñan con verlo convertirse en un hombre responsable, completo. Al mismo tiempo, inconscientemente, temen que, esto los conecte con su finitud y su muerte (a la larga). Los cambios también los asustan. Al crecer los hijos, el vínculo tiene que cambiar. Llega un momento, en que los padres necesitamos confiar en que los hijos pueden tomar sus propias decisiones. Sin embargo, permitir esto es aceptar que como padres, nuestro trabajo está cambiando. Algunos padres podemos vivir esto como una amenaza, como que todo se va a derrumbar. Si no estamos a cargo, nuestros hijos se van a perder en el camino. Entonces, se establece un un pacto secreto, inconsciente, no hablado y muchas veces ni siquiera pensado: “mientras seas chiquito nosotros no envejecemos”, “mientras nos necesites, nosotros siempre estaremos allí”.
Las dificultades de cambiar son de Ricardo, pero también de sus padres. Las alianzas relacionales favorecen el no cambio. A un nivel inconsciente, todos se satisfacen, a un nivel consciente la vida se vuelve un infierno.
Hace muchos años, cuando estudiaba en la universidad, el Dr. Breddy, profesor de neuro y psicofisiología solía repetirnos una y otra vez: “el hombre es un ser bio-psico-social, no puede vivir aislado”. A lo largo de mis años en la práctica de la psicología y del psicoanálisis, ésta frase ha probado ser cierta una y mil veces. Transmitimos a nuestros hijos nuestros anhelos, nuestras angustias, nuestros sueños. Cada hijo viene al mundo con un potencial que le es propio, fortalezas y vulnerabilidades. Estas son regadas con las experiencias tempranas y con la forma en que los padres respondemos a nuestros hijos. Como seres humanos que somos, dependiendo de nuestra personalidad, y la de nuestro hijo, nos será más fácil comunicarnos y relacionarnos con uno que con otro. A pesar de la influencia del ambiente, cada persona es un individuo y tiene que hacer su propio camino. Sino, siempre intentará caminar “en nuestros zapatos”, y, como ello no es realmente posible, no logrará sentirse auténtico ni feliz.
Son muchos los factores que intervienen en el proceso de un individuo de convertirse en persona: la genética (propia de cada quien), las interrelaciones con las figuras primarias, las primeras experiencias, la experiencia del embarazo y del parto, etc. Si metemos todo ello en una licuadora, tendremos el resultado final que es la individualidad de cada quien. Como padres, ser conscientes de lo que podemos estar transmitiendo o dejando de transmitir a nuestros muchachos, nos puede ayudar a tener una mejor comunicación con ellos, y a la vez, ayudarlos –en lo que a nosotros nos corresponde- a convertirse en personas completas, responsables de sí mismas, y en la medida de lo posible, artesanos de su futuro.
Clara P Fleischer.




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