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LA MIRADA DE MAMA

  • cpftherapist
  • 8 jun 2021
  • 3 Min. de lectura

Empezamos a saber sobre nosotros cuando, al principio de la vida, nos vemos reflejados en la mirada de nuestra madre. Sus ojos son nuestro espejo, el calor de su abrazo, el olor de su cuerpo y la mirada con que nos mira, son las primeras experiencias que tenemos sobre las relaciones con otros. Son estos primeros contactos los que van a imprimirse en nuestra alma. La manera en cómo lo registramos, va a marcar el camino de nuestra manera de relacionarnos con los demás.

La mirada de una madre le dice al bebé sobre él. ¿Quién es él para su madre? ¿Cómo es él para ella? Al empezar a existir para alguien más, empezamos a conocernos a nosotros mismos.

Cuando una madre amamanta a su hijo o le da el tetero, la manera en que le da el alimento es tan importante como la leche misma. Está concentrada en él creando una relación íntima donde nada más existe en ese momento? Ese acto repetido y coherente, de una madre que está con su hijo en cuerpo y alma, va ayudando a cohesionar al bebé. El cuerpo y alma son atendidos a la vez. El ser alimentado, es no sólo la respuesta a una necesidad biológica, sino a una conexión con el otro que nos hace sentir seguros, queridos, importantes para mamá.

Otras veces el acto físico no se corresponde con la mirada, con el encuentro emocional.

el bebé es alimentado y así la necesidad física es atendida, pero mamá no está allí con el bebé. Está leyendo un libro, hablando con otra persona, perdida en sus pensamientos a mil kilómetros de distancia. Sólo se atiende a la necesidad biológica del bebé.

Si bien como bebés no podemos entender lo que está sucediendo, es muy diferente sentirnos conectados en cuerpo y alma que conectados en cuerpo mas no en el alma (la mamá que por las razones que sean, no está allí compartiendo el momento con su hijo a pesar de que lo está alimentando). Se puede tratar de una mamá muy angustiada, o que está deprimida por alguna razón, o que no tolera la intimidad, tantas razones, tantos motivos…

Estas improntas se registran en nuestro cuerpo y nuestra alma como sensaciones placenteras, sensaciones de seguridad, de coherencia, de presencia, de estar acompañados y de existir para el otro, o por el contrario, sensaciones de estar solos a pesar de estar físicamente acompañados.

La capacidad materna de poder entender y decodificar las necesidades de su bebé en un período de la vida en que la palabra aún no está presente (por parte del bebé), es lo que permite la unidad en el ser humano, cuerpo y alma en una unidad, es lo que nos permite convertirnos en individuos.

A veces quedan separados estos dos aspectos, y entonces ponemos en nuestro cuerpo lo que no podemos procesar en nuestra psique. Nuestro cuerpo va a ser entonces quien se haga cargo de lo que no podemos procesar emocionalmente. La angustia nos enferma. La tristeza nos enferma. Es el cuerpo el que se hace cargo de sentimientos que no sabemos procesar así como en el pasado, nuestro cuerpo y las necesidades biológicas fueron atendidas.

En los primeros meses de vida se establecen ( o no), muchas conexiones importantes en el individuo. Estas conexiones no son visibles al ojo, son sin embargo, determinantes en nuestra manera de ver el mundo y de entenderlo. Y tienen mucho que ver con como nos sentimos como personas.

En aquellos casos en que el sentir pasa directamente al cuerpo, la psicoterapia puede poco a poco ayudar a construir esas conexiones que no están, poniendo palabras a los sentimientos para que el cuerpo no los tenga que asumir.



Clara P Fleischer.

 
 
 

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