¿PADRE BUENO O BUEN PADRE?
- cpftherapist
- 7 jun 2021
- 3 Min. de lectura
¿Se trata solamente de un juego de palabras o encierra algo más?
Un padre bueno es un padre complaciente, que le cuesta decir que no a sus hijos, que estira los límites más allá de lo que les conviene a sus hijos.
Un padre bueno le da a los niños todo lo que le piden para evitarles frustraciones. No necesariamente los escucha.
No puede poner límites ni hacer respetar sus propias normas. La consecuencia de ello, es que les transmite el mensaje que lo más importante es conseguir lo que les provoca. Se pierde la función contenedora y protectora de los límites. Las normas se convierten en un obstáculo a ser saltado.
Considera que siempre tiene la razón y, a cambio de consentir a sus hijos, espera obediencia ciega. Imparte disciplina con un criterio autocrático “porque yo lo digo”. De esta manera se establece una relación de poder. La disciplina puede ser percibida como un acto caprichoso alejado del comportamiento de los hijos.
Disciplina según su estado de ánimo. Si hoy viene contento, pueden comerse la chupeta antes de la cena, pero de pronto mañana no lo tolera. Sin darse cuenta, crea para su hijo un mundo cambiante que confunde al niño y lo hace enforcarse en descubrir el estado de ánimo de papá antes que desarrollar criterio. Usa la crítica y la desvalorización como herramienta. Premia y castiga.
Alivia las responsabilidades de su hijo haciendo las cosas por él, o permitiendo que otros las realicen. Lo sobreprotege porque lo quiere. La consecuencia de ello es que el hijo se siente incapaz e inseguro, con mucho miedo de fracasar. Facilita en el hijo una postura pasiva frente a sus circunstancias impidiéndole crecer emocionalmente.
Siente los errores o fracasos de su hijo como fracasos personales. Le transmite que equivocarse es fracasar. Atenta en contra la separación al hacer sentir a su hijo que su fracaso deja en ridículo al padre.
El buen padre, en cambio, es responsable de sus hijos, de sus acciones, sabe que con su modo de conducirse está modelando la conducta de sus hijos.
Sabe dar amor sin recurrir a lo material para ello. No compra el cariño de sus hijos con cosas materiales. No da excesos, no intercambia regalos por amor, compañía o comprensión.
Permite que sus hijos experimenten frustraciones comunes al crecimiento. Es empático ante el dolor de la frustración, pero no por ello las evita. Sabe que moderadamente, la frustración es el motor del crecimiento. No sobreprotege a sus hijos, los deja asumir riesgos calculados. Promueve el crecimiento y les da seguridad.
Entiende que decir no cuando corresponde, es un signo de amor. De este modo favorece la formación del criterio de realidad en sus hijos y los ayuda a ser seres equilibrados y bien adaptados. Está consciente que límites, normas y disciplina brindan a su hijo un mundo seguro y amoroso.
Es firme a la vez que cariñoso. Promueve límites claros, coherentes, consistentes. Su verbo y su acción van en la misma dirección. Con ello promueve la cooperación, el establecimiento de valores, responsabilidad, sensación de pertenencia e identidad.
Establece canales de comunicación bidireccionales. Escucha sin juzgar.
Respeta a sus hijos y se respeta a sí mismo. Ayudándolos así a construir una autoestima sana, seguridad en sí mismos, motivándolos a atreverse a buscar sus sueños y su camino, sin que el miedo a fracasar los paralice. El buen padre está orientado a ayudar a sus hijos a crecer y fortalecerse como individuos.
¿Qué tipo de padre consideras que eres? ¿Eres un padre bueno o un buen padre?
Clara P Fleischer.





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