PREMIOS Y CASTIGOS
- cpftherapist
- 7 jun 2021
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En el mundo veloz y demandante en el que vivimos, la crianza de los hijos no siempre resulta fácil. Los padres echamos mano de todas las ayudas que encontramos para educarlos y mantener el orden en nuestro hogar. Así siempre están las ideas de moda, lo que “todo el mundo hace”, lo que nos recomiendan y parece que funciona. Es así como el sistema de premiso y castigos se ha hecho tan famoso y popular.
“Si haces la tarea, entonces puedes ver la televisión”. “Si te portas bien, te compro el juguete que me pediste”. Sin darnos cuenta, estamos inmersos en el mundo condicionado del “si….entonces”. Este sistema presenta varios problemas; cuando los niños son pequeños y al ofrecerles algo a cambio de lo que queremos que hagan, lo hacen, pensamos que funciona y lo seguimos aplicando. Sin embargo, no nos damos cuenta de que, al condicionar todo lo que el niño necesita hacer, estamos perturbando el orden natural de las cosas. En ese hacer ajetreado en que se convierte nuestra vida, poco tiempo nos queda para detenernos y pensar de las consecuencias que, a largo plazo tendrá el uso de nuestra herramienta. Cuando el niño es pequeño, lo “compramos” con un caramelo, un juguete o una hora más de televisión. Sin embargo, a medida que va creciendo, sus exigencias se harán más grandes y más difíciles de complacer. Estaremos “negociando” carros, viajes.
Aún más preocupante que el tamaño del premio, resulta lo que estamos perdiendo, y es que la verdadera motivación se pierde en el camino. Si “el fin justifica los medios”, entonces, estamos perdiendo de vista lo que es verdaderamente importante, y ello es el gusto por el logro alcanzado, la motivación intrínseca en hacer las cosas y hacerlas bien, en el deseo natural de crecer, de esmerarnos, de aspirar.
Las ramificaciones de sobornar a nuestros hijos con premios para que hagan lo que tienen que hacer, son infinitas. El gusto por aprender, por superarnos, por adquirir responsabilidad e independencia, no solamente se dejan de lado, sino que se interfieren y obstaculizan. Nos encontramos con adultos que no pueden disfrutar del trabajo que hacen, que tratan de sacarse las responsabilidades de encima cada vez que pueden. Nos podemos pasar la vida tratando de negociar en lugar de ser, de vivir.
Otro tanto pasa con los castigos, si bien en un inicio logran extinguir la conducta indeseada, cada vez la amenaza necesitará ser mayor para que surta efecto. Sin contar que estamos generando una relación de lucha de poder con nuestro hijo. Somos más grandes y más fuertes, por ende: ganamos. Se lastima la auto-estima, la confianza básica y la relación.
En el día a día ajetreado que vivimos, no siempre tenemos tiempo ni fuerzas para detenernos y analizar si lo que estamos haciendo está bien para nosotros. Sin embargo, es importante recordar que ese árbol que ahora vemos forma parte de un bosque. Si queremos formar individuos completos, independientes, pensantes, con capacidad para lidiar con las frustraciones y las dificultades que ineludiblemente tendrán que hacer frente nuestros hijos, si queremos hijos felices con capacidad para disfrutar y ser equilibrados, en lugar de premios y castigos, utilicemos las consecuencias a sus acciones. Crianza y educación apuntan mucho más allá de lograr que el niño obedezca. Es por ello que al utilizar las consecuencias naturales de la conducta de nuestros hijos como modo de educarlos, nos permitirá formar individuos pensantes, romper las guerras de poder y establecer vínculos sanos entre padres e hijos.
Clara P Fleischer.





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