PSICOLOGIA DEL EMIGRANTE
- cpftherapist
- 7 jun 2021
- 2 Min. de lectura
Es muy difícil que alguien que no ha pasado por la experiencia de dejar su tierra y a los suyos para empezar de nuevo, pueda comprender en toda su dimensión y profundidad, la realidad del emigrante. En días pasados, tuve la oportunidad de conversar con un colega terapeuta sobre la situación de una joven mujer que, habiendo fracasado en su matrimonio, se planteaba la posibilidad de retornar a su país de origen. Pidió permiso al gobierno para retornar con su hijo y allí es donde empieza el papel de dicho colega. Su función era hacer un estudio psicológico para determinar si el permiso debía ser otorgado o no (ya que el niño había nacido en estas tierras).
Llamó profundamente mi atención que después de meses de entrevistas y observaciones, parecía estar llegando a la conclusión de que todo el problema se reducía al asunto financiero. Por ningún lado apareció -de su parte-, durante nuestra conversación, la comprensión de las enormes pérdidas de ésta mujer: la sensación sentirse una extranjera en tierras ajenas, de no entender el modo de pensar de una sociedad muy distinta a su sociedad de origen.
La mujer en cuestión, que no tuvo tiempo de asimilarse a la nueva sociedad, ni logró descifrar cómo moverse en ella, cuando le cayó encima tener que lidiar con el divorcio. Desesperada de tantos duelos pendientes (la patria, la familia, el fracaso matrimonial), aparece perdida y sin recursos. La sentencia: “si tuviera dinero esto no le estaría pasando. Si no se estuviera divorciando, no estaría en esta situación. Todo el que se divorcia tiene que ver cómo se las arregla para subsistir económicamente”.
Fue como recibir un balde de agua fría. No pude entender cómo a un profesional de la salud mental puede pasársele por alto una realidad tan imponente como entender el doloroso proceso de la separación y el lento camino a la inserción en un mundo y una cultura distintos. Y cómo no pudo poner el elemento económico en su justa medida, como un elemento importante y un elemento más, pero no como el núcleo del problema…
Este caso me hizo pensar que muchos emigrantes hacemos como dicho terapeuta, no le damos suficiente peso al duelo y a lo tremendo del proceso.
Quizás, estando al tanto de ello, podamos dirigir nuestros pasos a ayudarnos a poder construir el nido en las nuevas tierras, familiarizándonos con lo que tiene para ofrecernos, creando nuevos grupos sociales y aportando nuestra presencia, lo que tenemos para ofrecer, haciéndonos parte de la nueva realidad.
Es importante poder entender cómo se manejan las cosas, dónde obtener información, formar parte de grupos, sea en la escuela de nuestros hijos, sea en nuestra comunidad personal, religiosa o profesional, no aislarnos.
Al pasar los años, al pasar el tiempo, llegará el día en que nos levantaremos en la mañana sintiendo que estamos en casa.
Clara P Fleischer.





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