VIVIENDO DE ESPALDAS A LA REALIDAD
- cpftherapist
- 7 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Los niños viven en un mundo mágico. Si cierran los ojos, lo que están mirando deja de existir (en sus mentes). Si están muy molestos con alguien, piensan que su rabia puede dañar a esa persona. El mundo infantil está dividido en buenos y malos en todas sus versiones (hadas y brujas, indios y vaqueros). El niño es extremista: algo es blanco o es negro. En el mundo infantil, los deseos se confunden con la realidad. La percepción del niño está distorsionada pues está teñida de sus sentimientos. El niño percibe la experiencia de acuerdo a si el resultado es el que esperaba o no.
Crecer es darnos cuenta de que la madre que nos mima y la que nos castiga es la misma persona. Darnos cuenta de que todos tenemos de bruja y de hada. Todos tenemos cualidades buenas y malas y las unas no anulan a las otras. Si todo sale bien en el desarrollo psicoemocional, llega un momento en el que podemos, incluso, darnos cuenta de nuestra responsabilidad en el resultado final de que nos sucede.
Sin embargo, esto no siempre ocurre así. Hay veces en que una personalidad sugestionable y vulnerable aunada a una complacencia exagerada de parte de nosotros como padres, presenta a nuestros hijos un mundo en el que no existe la frustración. Un mundo donde sus deseos son órdenes. Le hacemos creer que el suyo es un mundo hecho a su medida.
El consentimiento exagerado nos coloca a los padres en un pedestal desde donde concedemos a nuestros hijos hasta su más pequeño capricho. Los padres somos vividos como todo poderosos y a las órdenes de ellos.
Estos niños crecen con una imagen distorsionada de la realidad. Creen que la realidad tiene que ajustarse a ellos y no viceversa. No entienden que puedan querer algo y no tenerlo, y cuando la realidad se impone, hacen lo imposible para cambiarla, estrellándose una y otra vez contra ella, sin entender qué está pasando.
Crecer pasa por pararnos en nuestros propios pies e intentar hacer las cosas por nosotros mismos. Encontrar satisfacción en haber hecho nuestro mejor esfuerzo, en lograr superar retos y alcanzar las metas que nos propongamos. Esto es algo impensable para estos niños.Ellos nunca han logrado bajar a sus padres del pedestal en el que los montaron. No tienen confianza en sí mismos, toda la confianza está depositada en los padres. Ellos están acostumbrados a pedir y a esperar que se les conceda. Como consecuencia, no se pueden separar de ellos porque sienten que no van a sobrevivir.
Estos niños, cronológicamente ya no son niños, son adultos que siguen viviendo en un mundo mágico, tratando, en contra de la realidad, de detener el tiempo. Se aferran desesperadamente a ese mundo en el que parecía no existir el NO. En el que el único esfuerzo era conseguir que el padre le diera aquello que quería.
La frustración en medidas adecuadas es necesaria para la vida, es un motor que nos impulsa a superarnos a construir, a buscar soluciones, a tener éxito y salida para las encrucijadas que la vida nos presenta.
El mejor regalo que, como padres podemos darle a nuestros hijos, son herramientas para enfrentar la vida y salir airosos, confianza en sí mismos, esperanza basada en sus esfuerzos. Para lograr ello, una cuota razonable de “NO”, “AHORA NO”, es necesaria.
Clara P Fleischer.




Comentarios